miércoles, 26 de junio de 2013
Por favor, abre la puerta
Han pasado tres años desde aquella noche.
Yo no debí haber estado ahí, ellos lo sabían. Ese día salí
muy temprano a la casa de un amigo, sus padres no
estarían y tenía un nuevo videojuego de terror; pasaríamos
toda la noche jugando.
Ellos lo sabían, yo no debí haber estado ahí esa noche, mi
amigo debió estar solo. Ellos lo habían observado por días
como hacen siempre y sabían que esa noche estaría solo.
Desde el momento en que lo eligieron, no había marcha
atrás.
Pero tal vez quieras saber quiénes son ellos. Bueno, la
verdad… aún no estoy seguro, sigo sin asimilar lo que pasó
aquella noche; pero te contaré lo que hasta ahora sé, para
que tengas cuidado.
Ellos se encuentran en todas partes, en ningún lugar estás
exento de ser su víctima. Eligen a una persona, no sé bien
cómo o en qué características se basan, pero una vez que
te eligen no cambiarán de opinión: te vigilan, te estudian y
estudian a todas las personas que conoces. Día tras día te
observan cuidadosamente sin que tú te percates de su
presencia.
Y esperan la noche en que su víctima esté sola, es en ese
momento cuando todo empieza.
Aquel día llegué alrededor de las 8:00 p.m. a su casa. Sus
padres habían salido desde temprano y él había preparado
todo lo necesario para pasar jugando toda la noche. Al día
siguiente no habría clases, así que yo regresaría a mi casa
por la mañana. Pasamos un buen rato jugando, el tiempo
pasó tan pronto que cuando nos dimos cuenta ya era la
una de la madrugada. Nos habíamos llevado algunos sustos
con el juego, así que comenzamos a hacer bromas con la
situación; ahí fue cuando todo se puso raro. Empezamos a
escuchar ruidos extraños afuera de la habitación, que al
principio pensábamos que no era nada importante, e
hicimos algunos chistes en relación a lo que jugábamos.
«Deben ser los zombis», nosotros sólo reíamos. Pero nos
comenzamos a poner tensos cuando el sonido se oía más
claro: eran pisadas, se escuchaban pisadas por todo el
pasillo de afuera.
—¿Crees que tus padres hayan regresado? —le pregunté, a
lo que él respondió que sus padres regresarían hasta el día
siguiente, por la tarde. Además, el número de pasos que
se escuchaban eran demasiados como para ser sólo sus
padres.
De pronto, luego de oír todos esos pasos acercándose cada
vez más a la puerta, hubo un profundo silencio.
—¿Hay alguien afuera?… ¿Quién está ahí? —comenzamos a
preguntar, nerviosos. Estábamos seguros de que había
alguien afuera, pero esos sonidos… ¿quién podría ser? En
la habitación en la que estábamos había una computadora
que mi amigo había encendido desde que comenzamos a
jugar, era una costumbre suya. Se escuchó un sonido que
provenía de ella, un sonido familiar, pero que por el miedo
que teníamos en ese momento nos provocó una reacción
de sobresalto a ambos. Era sólo un correo electrónico que
le había llegado, pues también había dejado la ventana de
su correo abierta. Ver esto nos dio algo de sosiego, y hasta
reímos un poco; sin embargo, la tensión volvió a nosotros
al notar que la dirección de quien lo enviaba era
irreconocible, una combinación aleatoria de números y
letras. Dudamos abrirlo, pero mi amigo decidió hacerlo.
Quedamos completamente paralizados tras leer lo que
decía el correo:
«Pase lo que pase, no abras la puerta».
Con tan sólo leer esas palabras, una sensación
completamente rara invadió mi corazón. En ese momento
realmente sentía pánico, pero el mensaje decía más.
«Ellos están afuera. Por favor, hagas lo que hagas,
escuches lo que escuches, no abras la puerta. Intentarán
convencerte de que lo hagas, tienen muchos métodos;
pueden fingir ser alguien que conoces, un familiar, un
amigo, y sus voces sonarán igual. Tal vez te pidan ayuda, te
dirán que están lastimados, te suplicarán que abras la
puerta. Pero escuches lo que escuches esta noche, no
abras. Trata de ignorarlos, trata de dormir, mañana todo
estará bien. Ellos jugarán con tu mente; no lo permitas.
Por favor, créeme, ¡no abras la puerta!».
Cuando terminamos de leer yo no sabía qué pensar. Tal
vez era una broma tonta de alguien, tal vez incluso era mi
amigo quien me jugaba una broma… pero él tenia esa
expresión, estaba tan asustado como yo, lo pude sentir.
Ahora sabíamos que había alguien ahí afuera, tras la
puerta. De pronto, llegó el momento más aterrador que
nos pudimos esperar; en ese instante un escalofrió recorrió
todo mi cuerpo y me dejó paralizado. Una voz se escuchó,
provenía de atrás de la puerta. Mi amigo estaba seguro y
yo lo puedo corroborar: la voz era la de su madre.
—Hijo por favor ábreme, tu padre y yo tuvimos un
accidente en el auto, estamos muy lastimados… por favor,
abre, ayúdanos. —Al escuchar esto mi amigo sólo
retrocedió un paso. Aún puedo recordar esa expresión en
su rostro, estaba en shock. Estoy seguro de que ninguno
de los dos lo creíamos ni sabíamos qué hacer.
—Hijo por favor, abre, ¿qué esperas? Necesitamos tu
ayuda… —Sin lugar a dudas, ésa era la voz de su padre.
Eran las voces moribundas de sus padres tras la puerta,
clamando por ayuda. Mi amigo y yo permanecimos sin
reacción por algunos segundos, después él se volteó
lentamente, y me dijo:
—Esos realmente son mis padres. Necesitan ayuda, abriré
la puerta.
Se propuso dirigirse hacia la puerta, pero lo detuve.
—Recuerda el correo, lo que nos dijo que pasaría, ¿no se
te hace extraño?, ¿qué tal si es verdad y ellos no son tus
padres? —Él lo único que hizo fue hacer que lo soltara.
«No digas tonterías», me dijo. «Tú los escuchaste, ésas
eran las voces de mis padres. El correo debe de ser una
estúpida coincidencia». Se dirigió a la puerta sin que
pudiera hacer nada.
La verdad, no sé qué me hizo hacerlo, pudo ser el miedo
que me invadía… pero al verlo dirigirse a la puerta, lo
único que pensé fue correr hacia el armario en donde mi
amigo guardaba algunas de sus cosas y esconderme ahí. No
sabía lo que pasaría, pero en verdad tenía miedo.
Lo que escuché a continuación aún no lo olvido, y hasta el
día de hoy tengo pesadillas con ello. Él abrió la puerta, y
después sólo pude escuchar sus gritos. Eran unos gritos
desgarrantes, llenos de dolor y terror; yo no pude hacer
nada más que permanecer inmóvil, hasta que después de
unas horas me quedé dormido.
Al despertar por la mañana, me extrañó ver el lugar en
que me encontraba, y luego lo recordé todo. Salí del
armario y en la habitación no había nadie. Noté de
inmediato que ya era de día y que la puerta estaba abierta,
así que decidí salir. Busqué por toda la casa esperando
encontrarlo y que me dijera que todo había sido una
broma, pero mi amigo no estaba. En la tarde llegaron sus
padres y les conté lo sucedido, llamaron a la policía y lo
buscaron por días, pero él nunca apareció. El correo que le
había llegado esa noche también desapareció, y para ser
honesto creo que nadie creyó nada de lo que les había
contado.
Aunque… no importa que nadie me creyera, yo sé lo que
pasó esa noche y sé que ellos estaban ahí afuera. También
sé que no debí haber estado ahí, que no debería saber que
ellos existen.
Aún no sé por qué lo hacen, creo que sólo tratan de
divertirse con las personas, con su pánico… alguna especie
de juego. Cada día lo analizo y trato de aprender más de
ellos; sé que sólo llegan en la noche y que pueden imitar
cualquier voz, que si no abres la puerta se irán y también
creo que siempre recibirás ese extraño mensaje de
advertencia, debe ser parte de su macabro juego.
No debí estar ahí ese día, y no debería saber que ellos
existen. Sé que algún día regresaran por mí, pero pase lo
que pase, no abriré la puerta.
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